El "gasolinazo" y la ceguera de nuestra posición social

“…la ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza”. - José Saramago, Ensayo sobre la ceguera.


El 2016 nos dejó poco que celebrar, aún así muchos salimos de vacaciones, tomamos sidra, contamos regresivamente desde el diez, comimos las 12 uvas y festejamos el "fin de año". Nunca antes esta frase fue más exacta para mí. El 31 de diciembre por la noche no celebraba el año nuevo, no me alegraba de que comenzase el 2017, sino que terminaba el sufrido, lento, flemático 2016. 

¿Por qué celebraba? No pretendía hacerme creer que 2017 representaría un cambio significativo en el terrible ambiente internacional que dejó como legado el año que culminaba, de hecho siempre lo consideré una precuela (y la primera nota del año en Turquía parecía confirmar mis expectativas). No lo hacía por la oportunidad de ser optimista que esta fecha del calendario siempre nos permite. Tenía (y aún tengo) claro que la elección de Trump fue tan solo eso, una elección, y que aún falta que tome posesión de su cargo. Tenía bien claro lo que vendría el primero de enero, al igual que la gran mayoría de mis conocidos y círculos cercanos: el famoso gasolinazo que tanto nos afecta al bolsillo. A pesar de considerar todo lo que he mencionado, celebraba ¿Por qué? La respuesta es simple: porque podía, porque aún cuando quizá no lo ameritaba, mi situación socio-económica me lo permitía. 



Entonces llegó el primero de enero, la mañana de la resaca, la cruda del 2016. Pasó lo que probablemente ya sabía que iba a pasar: la gasolina subió de preció de manera extraordinaria, las redes sociales explotaron, las personas cercanas y conocidas en mis redes (mis amigos y followers) se quejaban, la gente protestaba en las calles, las cadenas de mails y whatsapp sobre la revolución pacífica de los consumidores frente al gobierno, las gasolineras cerraban, las interminables filas en aquellas que seguían abiertas, los inevitables y nunca faltantes memes, los discursos de políticos oportunistas... Nada nuevo ni inimaginable, pero aún así, noticioso. Los sucesos me hicieron recordar cuando se implementó del doble no circula debido a la contingencia, pues existen grandes similitudes: las quejas, las mentadas, las noticias, las columnas, los memes... Comencé a reflexionar sobre el descontento o, como el mismísimo Presidente lo dijo, el "mal humor social".


El descontento social existe de forma social porque hay en dónde resuene. Ya sean las redes sociales, los medios de comunicación y las protestas en las calles, nuestro descontento llega a ojos y oídos de millones porque tenemos a nuestras manos las herramientas para hacernos escuchar. Y ¿de qué nos quejamos? Pues de lo que nos afecta, claramente. Probablemente ningún ejemplo es más claro de aquello que nos une como clase social (nosotros los que nos podemos quejar) que el uso del automóvil, de ahí la similitud entre este gasolinazo y en doble no circula. No estoy diciendo que ninguna de estas dos situaciones (un costo adicional al uso del transporte) le sean totalmente ajenas a las clases sociales más pobres, aunque seguramente la gasolina no es la causa de desvelo número uno en su gran lista de preocupaciones. Los costos más directos al uso del automóvil afectan principalmente a las clases media y alta, a los que tenemos acceso a internet, a los periodistas, a los que controlan la agenda noticiosa, a los poseedores de cajas de resonancia o al menos a quienes tienen acceso a alguna. 

¿Qué hay de esos temas que no nos afectan? ¿Cuándo hablaremos de ellos? ¿Cuándo estaremos no solo conscientes de su existencia, pero preocupados de hacerlos resonar? ¿Somos capaces de quejarnos de aquello que no nos afecta, o que creemos que no nos afecta? 


Para concluir quisiera aclarar que con este texto no pretendo reprochar las quejas del aumento a la gasolina, o de ningún otro reclamo en general. Solo de hacernos ver nuestra ceguera, causada quizás naturalmente por ver y enfocarnos en lo que nos afecta e interesa a nosotros (los que nos podemos hacer escuchar). Es solo para recordar que esa parte borrosa que nuestro ojo no está enfocando sigue existiendo, que el lado oculto de la luna no deja de estar ahí solo porque no lo podemos ver.

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